martes, 23 de marzo de 2010

PAISAJE CON FIGURA


En el arte, el motivo que prefiero es el ser humano. No me gusta pintar paisajes, no me motiva. Tampoco contemplarlos. Cuando miro un paisaje hermoso plasmado en un cuadro aprecio sobre todo la técnica del artista, pero normalmente el tema no me dice nada. Pero si aparece la imagen de una persona, el cuadro toma una dimensión completamente distinta, va más allá. El cuadro cuenta una historia. Entonces me lanzo a imaginarla, a desvelar el misterio que se me presenta, a comprender, a inventar una situación.

Me gustan las historias, tal vez por lo mucho que he leído. Mi mirada lectora me hace buscarlas por todas partes, incluso en los individuos con los que me cruzo por la calle,o a los que observo cuando por ejemplo tomo café en la terraza de algún establecimiento y miro pasar la vida. El ser humano es para mí lo más fascinante. Sin embargo, no soy cotilla ni curiosa con la vida de las personas que trato a diario. Tal vez porque contradictoriamente a lo que acabo de escribir, la gente no me llena o interesa demasiado, en general. Hay excepciones, claro. Pero en definitivamente debo reconocer que lo que me fascina son los personajes más que las personas. Salvo aquellos a los que amo, que por otra parte son pocos.

Pero si alguien reúne las condiciones necesarias para ser persona y personaje a la vez, la fascinación es inevitable.

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