domingo, 23 de octubre de 2011

"LAS UVAS DE LA IRA", John Steinbeck.

Durante 30 años me ha esperado pacientemente en la biblioteca, tal vez aguardando a que llegase el momento más propicio para leerlo, éste en que más pudiera sentirme identificada con la lectura, tanto desde un punto de vista personal como por las ciscunstancias sociales en las que estamos inmersos. Es curioso esto de los libros, la misma obra leída en una etapa u otra de la vida es una obra distinta porque el lector es distinto en función de su experiencia vital. Así, no podía haber elegido mejor momento para enfrentarme a esta obra maestra, escrita en 1939 y que obtuvo el premio Pulitzer. Mi ejemplar es una modesta edición de bolsillo de 1981 editada por Planeta.

Es sorprendente la absoluta vigencia de la novela, que bien pudiera haber sido escrita ayer mismo. Aborda de manera magistral el tema de la emigración y la explotación laboral de los desplazados en la época de la gran depresión americana, en este caso agricultores desahuciados de Ocklahoma que acuden en masa a la fértil tierra de California en busca de trabajo y esperanza.

El periplo de la familia Joad es un viaje épico, un sobrecogedor y paulatino descenso a los infiernos de la miseria más absoluta y su estoica lucha por conservar su humanidad. No es un libro fácil, la prosa de Steinbeck es directa, áspera y brusca, y absolutamente partidaria de sus personajes de los que destaca su gran dignidad y altura moral.

Una en su identificación con la desgraciada y valiente familia siempre está deseando que estalle esa ira que en la novela se ve fermentar, que estalle como único medio para obtener justicia, pero la justicia se demora hasta llegar a un final antológico, abierto, que me dejó el corazón desolado con la fuerza límite de su última escena.

He subrayado muchísimo en este libro, tal vez por los continuos paralelismos con la situación de crisis actual que padecemos.Dejo aquí algunos de esos fragmentos:


"...no se puede ser propietario a menos que se sea indiferente. Si un banco o una compañía financiera poseía la tierra, los apoderados decían:"El Banco-o la Compañía-necesita..., quiere...., insiste...,debe tener..., como si el Banco o la Compañía fuese un mostruo con capacidad de pensar y de sentir,que les hubiese cogido. No se hacían responsables ante el Banco o la Compañia porque ellos eran hombres y esclavos en tanto que los Bancos eran amos y máquinas al mismo tiempo"


"El hombre, a diferencia de cualquier cosa orgánica o inorgánica del universo, crece más alto que su trabajo, asciende las escalas de sus conceptos, surge de sus conquistas. Esto podéis decir del hombre...Habiendo caminado adelante, puede retroceder, pero sólo en parte, jamás del todo"


"Temed el momento en que las bombas dejen de caer mientras los que las arrojan están vivos...porque cada bomba que cae es una prueba de que el espíritu no ha muerto. Y temed el momento en que cesen las huelgas mientras los grandes propietarios vivan..., porque cada huelga fracasada es prueba de que se va avanzando. Y también podéis saber esto..., temed el momento en que el Hombre no sufra y muera por un concepto, porque esta cualidad es la base el Hombre"


"...quizá necesite doscientos hombres de modo que hablará con quinientos, y éstos se lo dirán a otros y cuando usted llegue al sitio indicado ya habrá allí mil hombres. El fulano dirá: "Pago veinte centavos la hora". Y quizá la mitad de los hombres se vaya. Pero aún habrá quinientos, de tal modo aguijoneados por el hambre que trabajarían aunque solo fuese por un pedazo de pan. Mientras más hombres pueda conseguir y más hambrientos estén, menos tendrá que pagar. Y buscará, si le es posoble, los hombres que tengan hijos."

"Y las compañías y los bancos fueron labrando su propia ruina, aunque sin darse cuenta. Los campos eran fértiles y por los caminos marchaban hombres hambrientos. Los graneros estaban llenos y los hijos de los pobres crecían raquíticos. Las grandes compañías ignoraban que es muy delgada la línea que separa al hambre y a la ira. Y el dinero que pudo haberse pagado en jornales se gastó en gases venenosos, armas, agentes y espías, en listas negras, en instrucción militar. En las carreteras los seres herrantes se arrastraban como hormigas en busca de trabajo, de pan. Y la ira comenzó a fermentar."


"Si se está en apuros, o se sufre, o se tiene necesidad..., hay que acudir a los pobres. Son los únicos capaces de ayudar..., los únicos."  

viernes, 7 de octubre de 2011

CUBA-LIBROS

 En marzo de 1997 viajé a Cuba. Una visita largamente deseada pues son muchos sentimientos los que me vinculan a esa hermosa isla caribeña. Desde niña oí hablar de mi bisabuelo materno que luchó en la guerra de independencia por supuesto desde el bando español. Aquel antepasado era maestro y llevó un diario durante la contienda. Mi padre lo conserva y los años han hecho que la tinta se haya borrado casi por completo y resulte ilegible.
Otro motivo para conocer el país fue el deseo de peregrinar a tierra santa , la patria de mi amado Silvio Rodriguez, y recorrer los escenarios que animaron las peripecias vitales que inspiraban su música incomparable.
La primera aproximación literaria a Silvio, su vida y su país fue "Silvio, memoria trovada de una revolución", de Joseba Sanz. Interesante, aunque la condición impuesta al autor de no abordar aspectos íntimos de su vida da una visión muy parcial de su biografía. 
 Ernest Hemingway es una presencia constante en La Habana, y en la cercana localidad de Cojímar, escenario de su novela "El viejo y el mar". En la foto estoy con mi amiga cubana Gloria, frente a un busto suyo en dicho pueblo, uno de los muchos que encontramos, y está presente en murales, y en fotografías junto a Fidel en diferentes establecimientos hosteleros. Me faltó visitar la casa en la que vivió y que donó al pueblo cubano.
 Sí visitamos, no obstante, el restaurante "La terraza" escenario de buena parte de la acción de la novela. Dió la casualidad felicísima de que coincidimos con el mismísimo Gregorio Fuentes, el pescador amigo de "Don Ernesto" que comía allí diariamente, pues tenía pagada una comida en la casa a perpetuidad, según nos contó el encargado. Este hombrecito enjuto y tranquilo fue la inspiración para el personaje de el viejo, en la conocida novela del americano. Gragorio rozaba el siglo de edad, y no quise molestarle para pedirle una foto, así que me limité a retratarle mientras comía. El encargado me tranquilizó asegurándome que a él no le molestaba. El viejo pescador murió en 2002 a los 104 años de edad.

 No me traje libros de Cuba, por temor al exceso de equipaje, pero meses después mi amiga Gloria me regaló a través del océano un ejemplar recopilatorio de obras del Che publicado por la Casa de las Américas.

 Catorce años después, es mi hijo el que ha repetido visita, y al contrario que yo, ha venido con un cargamento de libros, uno de los cuales ha sido para mí: "Diario del Che en Bolivia"
 He leído varios libros sobre el guerrillero argentino, tan mitificado, archifamoso y tan poco conocido en realidad en su verdadera postura ante el imperialismo y la libertad de latinoamérica. Pero el que más me ha gustado sin duda es "Viaje por Sudamérica", escrito por él mismo y su amigo Alberto Granado. Es una crónica fascinante de su primer viaje por el continente americano a lomos de su motocicleta La poderosa, un relato lleno de vigor y optimismo, de el envidiable entusiasmo  de la juventud y con la lucidez del joven médico y el  compromiso político que fraguaron la personalidad del futuro Che. De este libro se ha realizado recientemente una versión cinematográfica "Diarios de motocicleta", de Walter Sallers con Gael García Bernal en el papel de Ernesto Guevara. No he visto la película, pero el libro es una delicia.

Todo lo contrario que "Paradiso", de José Lezama Lima, obra absolutamente barroca cuyo estilo exuberante me impidió incluso enterarme del argumento. Siempre que me acuerdo de este libro, paradigma de las letras cubanas, recuerdo el dicho popular de los árboles que no dejan ver el bosque. En este caso, el estilo me impidió enterarme de la historia.  Me da pena especialmente no disfrutar una lectura cuando el libro es un hermoso objeto de cuidada edición, como en este caso, de la excelente Círculo de Lectores. Un bello libro para acariciar y ojear, pero aburridísimo de leer.