miércoles, 30 de mayo de 2012

LA ISLA


YO tengo una isla, cercana o lejana, eso es relativo. Podría estar cerca si yo fuera más valiente, más decidida y más libre. Pero a mi edad ya una no camina sola por la vida, el equipaje pesa lo suyo y la senda a recorrer resulta demasiado árida. Además, hablamos de una isla... y ya sabemos que no se pueden surcar las aguas con demasiado peso. Mi línea de flotación se hunde, y no tengo más remedio que contemplarla desde la orilla opuesta. Está allí, al alcance de mis ojos, que no de mis manos, la miro, la deseo, la lloro, pero no llego a ella. Es una isla real, dolorosamente real, descubierta tampoco hace demasiado tiempo. Otros la descubrieron antes que yo, la conquistaron y la habitaron, mientras yo ignoraba su existencia. Y sin embargo, cuando la visité por primera vez, cuando se cruzó en mi camino, supe de inmediato que era la isla en la que quería habitar, la única en la que podría sentirme a gusto, la que me acogería como yo necesitaba. Pero cuando la encontré ya me hallaba cargada de cadenas, con el rumbo trazado, incapaz de surcar las aguas que me alejaban de ella. Ya que no podía navegar, quedaba el recurso de alzar el vuelo, pero ¡ay! también mis alas estaban cortadas. No sé si es más triste no tener una isla que tenerla y saber que es imposible alcanzarla. Si no la tienes, no la añoras. Si no la sabes imposible, no te atormentas. Cuando se contempla a distancia, se distorsiona la realidad. La vegetación te parece más exhuberante, más verde, el agua que la circunda, más cristalina que otras aguas, el aire que la rodea, más límpido, más perfumado que otros aires, su luz, más brillante. Y sabes que en realidad tu isla es tan común como cada una de las islas de las demás personas, y que sólo el anhelo, la distancia y la frustración la visten de cualidades superlativas. Que si tuvieras la posibilidad de alcanzarla, aunque sólo fuera para acampar en ella de manera transitoria, para examinar de cerca el terreno, verías zonas de secano, algún árbol raquítico, alguna charca poco atrayente, días sin sol y hasta algún rastro de polución en las aguas. Porque ninguna isla es perfecta cuando se alcanza. Ningún sueño sigue siéndolo cuando lo miramos con los ojos abiertos. Por eso a veces es mejor no alcanzar la isla. Para seguir soñando con ella. Aunque duela. Y por eso también a veces pienso que es mejor no tener una isla que vislumbrar en el horizonte, es menos doloroso. Porque una vez descubierta, no se puede ignorar que sigue ahí.

miércoles, 23 de mayo de 2012

EN CLASE DE DIBUJO



Hace ya muchos años que no la veo, no sé que habrá sido de ella. Dibujaba junto a mí en aquellas primeras clases que me ayudaron a desenvolverme entre pinceles, óleos y esencia de trementina. Tenía una discapacidad y problemas de agresividad, pero dibujando se tranquilizaba y era feliz. Un día estaba colocada frente a mí, y parecía que su actitud pedía ser inmortalizada. Jamás había hecho yo un apunte del natural, intentando captar lo esencial antes de que la fugacidad del momento truncara su ensimismamiento. He conservado el dibujo todos estos años pero a ella le perdí la pista, creo que después de aquellas clases no he vuelto a verla jamás.

Lápiz carbón sobre papel de embalar.

lunes, 14 de mayo de 2012

AMIGAS

Técnica: Óleo sobre lienzo, 35x27 cm.

jueves, 10 de mayo de 2012

MATERNIDAD 4

Técnica:Lápices de colores sobre papel Canson. Tamaño, 28x20 cm

jueves, 3 de mayo de 2012

BIBLIOTECAS COMPARTIDAS





Una vez conocí a un hombre del que me enamoré por su biblioteca. La primera vez que me invitó a su casa descubri­, cotilleando los libros de los demás como hago siempre, que o bien teni­a libros que yo ya tenía, o bien libros que estaban en mi lista de futuras compras. Imaginé las dos biliotecas unidas, repetidos los volúmenes. Pensé que si una biblioteca era tan equivalente a la mí­a, su dueño debia ser ese amor que buscaba desde hací­a tiempo. Nos amamos con fiereza, urgencia y locura. Y aún nos amamos, aunque las bibliotecas no llegaron a juntarse jamás y "quemamos los cerillos" demasiado rápido. Quizás las bibliotecas, como las almas, no pueden ser equivalentes sino complementarias... pero fue hermoso descubrir tanta sintoni­a. Ahora mi biblioteca se juntó con otra totalmente diferente aunque yo dirí­a complementaria, y se llevan divinamente. Quizás sea ese el secreto de la vida, buscar complementiariedades.


Ëste texto no es mío, lo encontré navegando por la red, (buscando lo de siempre, libros y bibliotecas, y también cuadros y pintores). Me ha gustado mucho, y me ha hecho recordar un pasaje de "Ex Libris" de Anne Fadiman, en el que cuenta cómo no sintió que su matrimonio era verdaderamente perdurable, que no estaba ligada indisolublemente a su pareja hasta que ella y su marido decidieron hacer de sus dos bibliotecas (que ocupaban estanterías separadas) una sola, desprendiéndose de los ejemplares duplicados y mezclando y ordenando los de los dos. 

Supongo que la mayoría de los libroadictos comparten sus libros, o no, en el caso de que las parejas de algunos no sean lectores habituales. En mi caso debo decir que un cuarenta por ciento de los volúmenes son de mi marido y que si bien le debo el que el recuento total de la biblioteca sea superior gracias a sus libros, lo cierto es que preferiría una que fuese sólo mía, ya que aspiro a mi biblioteca perfecta y personal, y prescindiría de la mayoría de los suyos. No puedo tenerla tampoco ordenada, por género, por autor... como me gustaría. Y llego al extremo de pensar que sus libros le quitan espacio a los míos. Como él sólo tiene una afición pasable por la lectura y yo una pasión abrasadora me creo con más derechos que él en la materia, lo cual da una muestra de lo insoportable que soy 

Pero seguro que sólo una neurótica como yo tiene estos problemas existenciales.