El primer día de verano, el cielo amanecía de un azul prometedor. No es el verano mi estación favorita, pero significa la proximidad de vacaciones y por lo tanto de tiempo y libertad.
Mi primera impresión de la nueva estación era ésta, azul y rosada, como pintada con la más dulce de las paletas de algún pintor optimista.
Pero para cuando llegó la hora de ir a trabajar, ya las nubes se habían vuelto más agresivas, y estaba declarada la lucha entre ellas y el sol.
Poco a poco, las nubes fueron ganando terreno, y el campo de batalla del cielo se cubrió de gris. El sol se resistía, y unos hermosos y combativos rayos aún se empeñaban en conquistar el escenario de un verano en que deberían ser únicos protagonistas.