lunes, 8 de mayo de 2017

POLVO ERES...

Desmantelar la casa de familiares fallecidos siempre es una tarea triste. Si además son personas sin descendencia, se suma un sentimiento de invasión de la intimidad a la que uno no tiene derecho, una especia de sacrilegio que supongo que será menos si los que asumen esa tarea son hijos. En el caso que me ocupa, se trata de personas de mi familia política, que aunque apreciados como si fueran de mi propia sangre, no lo eran, y llegado el momento de la desaparición del matrimonio, invadir su casa y tener acceso a todos los ámbitos de su vida doméstica me ha sumido en un estado de tristeza un tanto vergonzosa.

Sin embargo, la tarea tuvo su parte gozosa, al descubrir una pequeña blblioteca que yo desconocía en esa casa, con unos bellos ejemplares de libros viejos guardados desde hace muchos años y conservados con mimo, como todo lo que hacía esa pareja adorable. Se trata en su mayor parte de novelas de aventuras de la primera mitad del siglo XX, de la editorial Molino, iguales a los que mi propio padre guarda en su casa, y cuyas ediciones leí en mi preadolescencia. "Los naufragos del Liguria" de Emilio Salgari, o "Las aventuras de Huckelberry Finn" de Mark Twain las leí en esas mismas ediciones pero de la bilioteca paterna.




Cuando descubrí todos esos libros me invadió un sentimiento de tranquilidad, como si me estuvieran esperando. Desde luego, puedo asegurar que nadie de la familia los va a apreciar como yo y que M y C se alegrarían de que estuvieran conmigo. Además, a nadie más interesan.

No sé si los leeré, mis intereses literarios ahora son otros, pero me encantan esas portadas tan coloristas y pasadas de moda. Son como digo novelas de aventuras, Karl May, Julio Verne, Emilio Salgari... También "La ballena blanca" de Melville, tal vez una versión abreviada de "Moby Dick", que eso de las obras abreviadas era muy propio de la época.






En esa foto se ven dos ejemplares de "Los náufragos del Liguria", uno de ellos es el de mi padre. Me acuerdo de cuanto me gustó esta novela a mis 12 ó 13 años.



Hay también algunos ejemplares de novela negra de autores como Dasshiel Hammet o Ellery Queen.



Pues una herencia muy grata, que conservaré con felicidad. Eso me lleva a la pregunta inevitable sobre mis propios libros el día que yo no esté, porque si bien yo tengo hijos, dudo que vayan a conservarlos todos porque tenemos gustos muy diferentes. Casi estoy por pedir que como los antiguos faraones, me entierren con todos mis libros.